La toma de la Bastilla fue un evento acaecido el martes 14 de julio de 1789, que supuso el primer acto de rebelión abierta contra la monarquía francesa, así como el inicio de la Revolución Francesa y la Edad Contemporánea. Como consecuencia de la hambruna que sufría el pueblo francés y la poca respuesta del rey Luis XVI ante este problema, varios campesinos demandaron recibir los suministros de pólvora de la prisión de Bastilla, que servía más como bastión monárquico que como cárcel, además de poder hacer uso de sus instalaciones. Ante la negativa del alcaide Bernard-René de Launay, los revolucionarios asaltaron la prisión, matando a Launay.
A pesar de morir alrededor de un centenar de revolucionarios, el ataque fue un completo éxito, y las únicas bajas entre el cuerpo de soldados fueron a causa de dos prisioneros que aprovecharon el caos para huir, Pierre Bellec y Arno Dorian. El resto de reos fueron transferidos a otros lugares una vez se calmó la situación. La caída de la Bastilla demostró la vulnerabilidad de la nobleza y el clero, lo que provocó el alzamiento de la burguesía como directora del movimiento revolucionario, que terminaría evolucionando en una república. Además, el 14 de julio sería un día conmemorativo en Francia en los siglos venideros.