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Este artículo es sobre el mercader Templario. Puede que estés buscando el mercader asesinado en 1190.

«¿Crees que soy un mezquino tratante de muerte que se enriquece gracias a la guerra? ¿Un extraño objetivo, no crees? ¿Por qué, si ya hay tantos haciendo lo mismo?»
―Tamir en su lecho de muerte.[fte]

Tamir (1147-1191) era un infame comerciante de armas en el mercado negro que controlaba el Zoco Al-Silaah, el mercado más grande de Damasco. Como uno de los nueve miembros principales de los Caballeros Templarios durante la Tercera Cruzada, fue responsable de la producción y el suministro de las armas de la Orden.

En el punto álgido de su influencia, tenía fama de controlar la red comercial oculta más extensa del Levante, con la capacidad de adquirir cualquier artículo solicitado por sus clientes a precios exorbitantes. Saltó a la fama de ser un comerciante humilde de caravanas, logrando ganar el favor del Sultán de Egipto y Siria, Saladino, pero sus operaciones estuvieron plagadas de abusos y terror. El gremio de comerciantes de Damasco era leal a él, pero solo por miedo, ya que con frecuencia recurría a amenazas y ejecuciones públicas para presionar a sus empleados para que cumplieran con sus demandas.

Trabajó estrechamente con sus compañeros templarios, particularmente el rey mercader de Damasco, Abu'l Nuqoud, quien proporcionó los fondos necesarios para la producción en masa de armas. Conspirando con la Orden para crear un Nuevo Mundo bajo su dominio, él estaba al tanto de sus esfuerzos por recuperar el Fruto del Edén, pero el líder Asesino Al Mualim, traicionó su alianza para tomar él mismo el artefacto. Como resultado, fue el primer objetivo asignado al Asesino Altaïr Ibn-La'Ahad, en su búsqueda de la redención, como parte de una purga más amplia de todos los líderes templarios, y se convirtió en el primero de ellos en ser asesinados por Altaïr.

Biografía[]

Ascensión a la notoriedad[]

Altaïr: «¿Es que acaso te crees diferente?»
Tamir: «¡Sí, y lo soy! Porque yo sirvo a una causa más noble que ganar dinero. Como mis hermanos.»
— Tamir hablando con Altaïr de sus motivaciones.[fte.]

Un notorio comerciante del mercado negro, Tamir surgió de la oscuridad como un proveedor menor para el ejército sarraceno para convertirse en el dueño del mayor centro de comercio en Damasco, el Zoco Al-Silaah. En su apogeo, su zoco dominaba el comercio del distrito pobre, vendiendo de todo, desde comida hasta perfumes, especias y armas.[1] Era popular por su capacidad para adquirir casi cualquier artículo que un cliente deseara, sin importar la legalidad, siempre que el cliente pudiera pagar el alto precio.[2]

De acuerdo con la propaganda de un heraldo, el comerciante originalmente comerciaba con frutas y verduras, haciendo rondas regulares entre Damasco y Jerusalén. En el tiempo previo a la Batalla de Hattin en 1187, la demanda de productos alimenticios había disminuido en la región. Ante un exceso de comida, Tamir condujo su caravana hacia el norte con la esperanza de encontrar clientes antes de que sus suministros se pudrieran. Para su fortuna, se encontró con el ejército hambriento de Salah Al'din, el sultán de Egipto y Siria, quien se preparaba para una gran confrontación contra los Cruzados. Revigorizado por la abundante provisión de alimentos de Tamir, el ejército sarraceno pasó a obtener una victoria crítica en la Batalla de Hattin. Tamir entró en el favor de Saladino después de la batalla y se le agradeció generosamente por su contribución fortuita.[1][3]

Independientemente de la veracidad de la historia del propagandista, en 1191, el negocio de Tamir giró principalmente en torno al mercado negro. Especializado en la producción de armas y armaduras, pronto amasó una fortuna vendiendo armas no solo a los sarracenos, sino también en privado a sus enemigos cruzados. Sin que Saladino lo supiera, su verdadera lealtad no estaba con los sarracenos, sino con la Orden Templaria.[1][3]

Los Templarios se beneficiaron en gran medida de su devoción a su causa;[3] fue un hombre poderoso que dominó lo que probablemente sería la mayor red comercial clandestina en Tierra Santa,[2] respaldada por muchos Herreros y financieros.[1] De él, podrían obtener un suministro constante de armas y equipo. Los envíos de armas de Tamir eran frecuentes y regulares, pero en el verano de 1191, se hizo el pedido más grande: suficientes armas para desplegar un ejército de al menos mil hombres, todo en un corto espacio de tiempo. Tal orden tremenda forzó el presupuesto de Tamir, y él críticamente requirió el apoyo menguante del gremio de mercaderes y las donaciones del rey mercader Abu'l Nuqoud, un compañero Templario.[1][3]

Para su furia, sus hombres no cumplieron la orden en la fecha prevista, incluso a pesar de trabajar horas extras. Como resultado, convocó al gremio de comerciantes a una reunión en el Zoco Al-Silaah, buscando presionarlos para que contribuyeran a su trabajo. En este punto, muchos miembros del gremio estaban disgustados por su puño de hierro. A pesar de que a menudo se esperaba que trabajaran sin paga, Tamir era temido por su tendencia a llevar a cabo ejecuciones públicas de mercaderes que lo desafiaban. Su influencia fue tal que los guardias locales hicieron la vista gorda a estos crímenes y abusos.[3]

Asesinato[]

«Pagaras por esto. Tú, y toda tu calaña.»
―Tamir, momentos antes de fallecer.[fte]

La reunión de Tamir con el gremio de comerciantes para reprenderlos por la orden fallida estaba destinada a ser la última; él y los otros líderes Templarios sin saberlo habían sido marcados para su eliminación por el líder de los Asesinos, Al Mualim, irónicamente uno de sus co-conspiradores secretos para el Fruto del Edén y el Nuevo Orden Mundial. Para esta purga, Al Mualim confió en su mejor agente Altaïr Ibn-La'Ahad, un antiguo Maestro Asesino recientemente degradado al rango de novicio por violaciones del Credo. Bajo la promesa de redimir su honor y rango perdidos, a Altaïr se le asignó la tarea de Tamir como su primer objetivo.[1][3]

Después de haber aprendido mucho sobre Tamir a través de sus investigaciones, Altaïr llegó al patio central del Zoco Al-Silaah momentos antes que el propio Tamir apareciera. Tamir entró desde una de las arcadas del zoco, discutiendo con uno de sus mercaderes, y lo acuso por perezoso por no haber provisto el gran pedido a tiempo. El comerciante insistió en su defensa que sus hombres ya estaban trabajando horas extras, a pesar de que la ruta al destino de su cliente era bastante peligrosa. Esto hizo poco para aplacar a Tamir, quien las descartó como excusas incompetentes. Cuando el comerciante, firme en su convicción de que las expectativas de Tamir no eran realistas, Tamir tuvo un ataque de ira que se intensificó dramáticamente. Indignado por la observación, Tamir se adelantó y escupió en la cara del comerciante.[1][3]

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Tamir discutiendo con un mercader antes de su asesinato.

El comerciante, ahora reconociendo la amenaza, declaró que no era una ofensa, pero en este punto, la rabieta de Tamir no pudo ser disminuida. Él arremetió espontáneamente con su daga, cortando al comerciante a través del abdomen. En terror, el comerciante le suplicaba que se detuviera, pero Tamir solo se rió de que solo fue el comienzo. Procedió a atacar salvajemente al mercante, demasiado herido para huir, una y otra vez, hasta ocho veces antes de detenerse un momento para gritarle. Mientras el mercader, apenas vivo, agazapado junto a la fuente gimiendo de dolor, Tamir reanudó su implacable asalto. Cuatro veces hundió su daga en su espalda, antes de que una puñalada final hiciera que el hombre cayera en la fuente, su sangre se acumulo en el agua. Después, Tamir impidió que uno de sus guardias retirara el cuerpo, con la intención de que sirviera de lección para otros.[3]

Con eso, la multitud alrededor del patio, todos habiendo contemplado el espectáculo sangriento, se dispersaron y volvieron a sus actividades fingiendo que nada hubiera pasado.[1] Tamir partió para inspeccionar las diversas tiendas y puestos de venta en el patio, cada uno perteneciente a los comerciantes bajo su autoridad. En cada puesto, se enfureció de nuevo por la mercancía de sus empleados, siempre encontrando que eran de calidad mediocre.[1][3]

AC Tamir 1

Altaïr asesinado a Tamir.

Tan preocupado estaba por regañar a más de sus mercaderes que no se dio cuenta de que Altaïr se acercaba detrás de él, ya que el Asesino había presenciado el asesinato momentos antes con abyecto disgusto.[1] Había sido parte del meticuloso plan de Altaïr esperar a que Tamir se absorbiera con los asuntos de múltiples mercaderes antes de atacar, y fue mientras amenazaba a otro de sus empleados que Tamir fue ejecutado por la espalda con una Hoja oculta.[1][3]

Durante sus últimos momentos, Tamir rechazó su reputación como un "mezquino tratante de muerte", alegando que sus motivos eran mucho más nobles que el de la mera ganancia. Crípticamente, le informó a su asesino que él no era más que una pieza, un peon más en el tablero de su "Hermandad". En ese momento, el comerciante de armas pereció, y Altaïr se vio obligado a escapar de los guardias del hombre,[3] que acababan de darse cuenta de la muerte de su jefe.[1]

Personalidad y características[]

AC Tamir 3

Tamir discutiendo con un comerciante.

«¡Entras en MI zoco! ¡Te plantas ante MIS hombres! ¿Y te atreves a INSULTARME? ¡DEBES-APRENDER-CUÁL-ES-TU SITIO!»
―Tamir asesinando a uno de sus mercaderes en un ataque de ira.[fte]

Un verdadero micro gerente en el fondo, Tamir fue visto frecuentemente en público inspeccionando los talleres y puestos de otros comerciantes, criticándolos sin piedad por la mala calidad de sus productos. A él no le importaban sus trabajadores y los obligaba a trabajar día y noche para cumplir con sus contratos comerciales, a menudo sin paga; los que fracasaron fueron acosados, maltratados o, en el peor de los casos, ejecutados.[1][3] Incluso su reputación como el "traficante de muerte" más grande de la Tierra no movió su corazón.[2][3] De hecho, no ocultó su admiración por la eficacia asesina de sus cuchillas; para muchos, era como si él estuviera incluso orgulloso de los asesinatos que cometió.[2]

Tamir era un capataz orgulloso, pero frío, que no aceptaba un "no" como respuesta. Tenía grandes expectativas y era cruel al castigar a los que le fallaban. Desafortunadamente, sus estándares rara vez podían ser satisfechos por sus empleados, ya que eran demasiado ambiciosos y poco realistas. Para Tamir, si lo deseaba, era un objetivo razonable, sin importar las limitaciones de sus recursos y los de sus trabajadores. El concepto de recursos bien podría haber sido un producto de la imaginación en sus ojos, porque si lo deseaba, debía y podía hacerse, y advertirle de lo contrario era despertar su infame temperamento violento.[3]

De hecho, era excesivamente propenso a estallidos de pataletas salvajes, que no hizo ningún esfuerzo por contener, incluso se regodeó en ellos como un medio para distribuir la retribución en contra de los que cuestionaban su juicio. Un ejemplo notorio fue en el brutal asesinato del anciano comerciante que no pudo completar la orden de armamento más grande que se le pidió de sus hermanos Templarios. Una vez que se hizo el asesinato público, tenía poco miedo a las repercusiones mientras explotaba su influencia para asegurarse de que las autoridades hicieran la vista gorda a tales crímenes. El incidente no fue un caso aislado, ya que en ese momento, ya era conocido por convocar reuniones con el gremio de comerciantes locales por poco más que ejecuciones públicas.[3]

Desconocido para la población en general de Damasco, Tamir trabajó secretamente con los Templarios, no con los sarracenos, e incluso a las puertas de la muerte, insistió en que su causa era noble. Su crueldad fue considerada inigualable, y muchos, incluidos los Asesinos, lo vieron como un hombre sin moral, impulsado solo por las ganancias.[2][3] Sin embargo, rechazó tales apodos, viéndose a sí mismo como algo más que un "mezquino tratante de muerte", y que su trabajo finalmente contribuyó a un llamado más elevado. Comprendió que no era más que un peón, que no se hacía ilusiones de que fuera más grande, y que veía fervientemente a sus compañeros templarios como "hermanos".[3]

Tamir llevaba un turbante beige oscuro a cuadros con rayas gruesas de color castaño rojizo, acompañado de pantalones sueltos de un tono más claro de color marrón e inscripciones doradas oscuras. Su atuendo principal consistía en una larga túnica bordada de color óxido, que colgaba casi hasta las rodillas. Además, se ponía un cinturón de cuero naranja con un par de zapatos amarillos más oscuros.[3] Él era de estatura alta[1] pero de constitución promedia.[2] Tenía un bigote prominente y reconocible.[1][3] Aunque solo tenía unos cuarenta años cuando murió,[2] su cabeza arrugada y su cara arrugada marcaban a un hombre aparentemente mayor de edad.[3]

Galería[]

Curiosidades[]

  • Tamir, תָּמִיר, es un nombre hebreo que significa "majestuoso, rico", y está relacionado con el nombre femenino Tamar, תמר, que significa "fecha, palmera datilera, palmera".
  • Tamir tenía sus propios guardaespaldas personales, que vestían uniformes de color rojo carmesí y forrados de oro. Era uno de cinco de los nueve que tenían guardaespaldas personales, los otros eran Talal, Abu'l Nuqoud, Majd Addin y Jubair Al Hakim.
  • En la versión móvil no canónica de Assassin's Creed, se llama "Tamir bin Musa" y se pone una armadura de batalla completa. Bin (بن) es un coloquialismo de ibn que significa "hijo de", mientras que Mūsā (موس) es una variante árabe del nombre Moisés. A diferencia de la versión de consola, es el quinto objetivo de Altaïr Ibn-La'Ahad y su asesinato se establece en 1190 en Masyaf. A pesar de ser canónicamente la base de los Asesinos, Masyaf es la ubicación de una base secreta de Templarios. Él es asesinado cuando Altaïr adquiere una de las bombas que creó y se la arroja.

Apariciones[]

Referencias[]

Plantilla:ACFC

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