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ACU September Massacres 3

Revolucionarios amenazando a soldados realistas

Las masacres de septiembre fueron una ola de asesinatos que ocurrieron en toda Francia, aunque principalmente en París, durante la Revolución Francesa.

Con la amenaza de que los ejércitos extranjeros avanzaran sobre ellos, los revolucionarios temieron que la población carcelaria de París pudiera formar una peligrosa fuerza contrarrevolucionaria si se le liberaba. Reunidos por radicales como Jean-Paul Marat, se dispusieron a eliminar preventivamente a cualquier prisionero que mostrara siquiera la más mínima evidencia de estar en contra de la revolución; finalmente, más de mil personas perdieron la vida en las masacres.

Entrada en la base de datos[]

En Assassin's Creed: Unity[]

Base de datos - Masacres de septiembre

Imagen de perfil de las masacres en la base de datos de Assassin's Creed: Unity.

La situación militar en 1792 se estaba deteriorando. Aunque el Duque de Brunswick, comandante en jefe del ejército alemán, se había abierto paso a través de Lorraine dentro de suelo francés, fue la derrota en Verdún el 2 de septiembre de 1792 lo que atemorizó a los diputados franceses. Con la Espada de Damocles colgando sobre la cabeza de París, un gran número de revolucionarios clamó por una purga radical de toda oposición. Entre ellos estaba Marat, quien exclamó: "¡Álcense! ¡Álcense! ¡Hagamos correr la sangre de los traidores!" En sentido similar, Danton memorablemente afirmó: "¡Necesitamos audacia, y todavía más audacia, y siempre audacia, y Francia podrá ser salvada!" *

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* Una cosa verdaderamente audaz de decir. Está dando un buen ejemplo.

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Al mismo tiempo, las prisiones estaban llenas de hombres y mujeres, algunos hostiles a la Revolución así como de sacerdotes no segmentados y antiguos aristócratas, pero también de criminales comunes y lunáticos. Temiendo que las prisiones fueran un verdadero nido de traidores esperando golpear a París desde dentro incluso si Brunswick invadiese desde el exterior, los revolucionarios se hicieron con las prisiones y comenzaron a asesinar a cualquiera remotamente sospechoso de sentimiento contrarrevolucionario.

Entre 1090 y 1395 prisioneros fueron asesinados antes de que las masacres cesaran por completo. Estos arrebatos de violencia punitiva dejaron su marca en los parisinos, aunque un número de diputados insistió en que tales acciones habían sido necesarias. En las provincias, engendraron desaprobación y horror respecto a París, pero también terror entre opositores potenciales.

Antecedentes[]

En abril de 1792, la Asamblea Legislativa de Francia declaró la guerra a Austria, supuestamente para "extender la Revolución", pero en realidad para, entre otras cosas, distraer al pueblo de sus propios problemas económicos. Sin embargo, los enfrentamientos iniciales no favorecieron a Francia, y el país terminó siendo invadido por las fuerzas aliadas austríacas y prusianas bajo el mando del duque de Brunswick.

Por la misma época, la revolución tomó un giro radical con el asalto del Palacio de las Tullerías el 10 de agosto, que condujo al arresto y encarcelamiento del rey Luis XVI y su familia. Radicalistas como Marat posteriormente comenzaron a incitar el odio hacia los realistas, sacerdotes que se habían negado a aceptar los términos de la nueva constitución y aristócratas, muchos de los cuales fueron enviados a languidecer en las cárceles de París junto con delincuentes comunes y lunáticos.

Cuando el duque de Brunswick se aseguró la victoria en Verdun el 2 de septiembre, los revolucionarios entraron en pánico, creyendo que París sería la siguiente ciudad en caer, decidieron purgar radicalmente cualquier oposición a su causa. Su paranoia los llevó a apuntar a los prisioneros, donde creían que unirían sus fuerzas con el ejército prusiano en un esfuerzo por restaurar la monarquía.

Masacres en prisiones[]

El derramamiento de sangre comenzó en la Abadía de Saint-Germain-des-Prés, donde 24 sacerdotes no jurados fueron sacados de sus carruajes y masacrados mientras eran transportados a la prisión de l'Abbaye. En los días siguientes, la violencia se extendió a otras prisiones, y se formaron tribunales improvisados ​​para juzgar si los presos estaban o no en contra de la revolución.

Aquellos que fueron encontrados "culpables" fueron asesinados inmediata y brutalmente; un caso notable involucró a la princesa María Luisa de Saboya, una estrecha confidente de María Antonieta, quien fue hecha pedazos por una turba enojada. Luego colocaron su cabeza en una pica y desfilaron por debajo de la ventana de su vieja amiga en el Temple, aunque se desconoce si María Antonieta realmente lo vio.

A pesar de la violencia generalizada, algunos presos lograron sobrevivir a la prueba, incluso si su dignidad no lo hizo. Marie-Maurille de Sombreuil, la hija del ex gobernador de Les Invalides, supuestamente bebió la sangre caliente de los aristócratas para demostrar su odio hacia ellos, en un esfuerzo por salvar la vida de su padre.

ACU September Massacres (memory) 2

Frédéric Rouille con la cabeza del hermano del alcaide del Grand Châtelet

El capitán templario Frédéric Rouille participó también en las masacres, marchando en el Grand Châtelet con sus hombres. Asesinando a guardias y prisioneros por igual, tomaron el control de la prisión, con Rouille burlándose del alcaide de la prisión capturado agitando la cabeza de su hermano decapitado frente a él. Sin embargo, el Asesino Arno Dorian también se había infiltrado en el Gran Châtelet y, después de liberar a los guardias de la prisión que habían sido tomados cautivos, asesinó a Rouille, poniendo fin a la crueldad del Templario.

Para el 7 de septiembre, más de mil personas habían sido asesinadas, la mayoría nobles, realistas y guardias suizos, pero también niños de la calle, delincuentes comunes y prostitutas. Los restos de las víctimas terminarían siendo enterrados en las Catacumbas de París.

Secuelas[]

Aunque algunos diputados defendieron las masacres, alegando que eran necesarias, muchos parisinos se vieron profundamente afectados por los actos profundamente violentos que se habían cometido. En las provincias, la gente reaccionó con horror y desaprobación a lo que había sucedido en la capital, mientras que los oponentes potenciales estaban asustados por lo que podría sucederles.

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