
David (del hebreo דָּוִד, דָּוִיד, querido) (1040-970 a.C) fue el segundo rey de Israel, de acuerdo con la Biblia hebrea de 1003-970 aC, él tenía en su posesión La Sábana Santa en algun momento de su vida. Fue sucesor de Saúl como segundo monarca del Reino unificado de Israel, que expandió significativamente hasta controlar las ciudades de Jerusalén, Samaria, Petra, Zabah y Damasco.
Tras la muerte del rey Saúl y de su hijo Jonatán en la batalla de Gilboá, David fue nombrado rey en Hebrón. Una vez reconocido por los líderes de todas las tribus hebreas debía buscar una ciudad neutral donde gobernar, por lo cual invadió y conquistó la ciudad de Jebús, controlada por los jebuseos quienes habitaban los terrenos cercanos a la ciudad actual hasta el siglo XI a. C., mediante un asalto sorpresa; estableciendo allí la capital política y religiosa del Reino Unificado de Israel, por lo que sería conocida como la Ciudad de David y, posteriormente, Jerusalén. La ciudad jebusita de Jerusalén, que David encontró en el siglo X a. C., no era una ciudad grande. Los estudiosos han trazado sus límites ocupando un espacio de 50 dunams (499.7 hectáreas). Durante la vida de David, la ciudad cubría en gran medida la misma área que la ciudad jebusita. Por su parte, el rey Hiram de Tiro envió mensajeros a la capital y comenzó a suministrarle a David, madera de cedro, carpinteros y albañiles para que pudiera construirse la casa de David.
David expandió su territorio hasta que Israel se convirtió en el Estado dominante del Levante, absorbiendo a las naciones de Filistea, Amón, Moab y Edom y convierte a las ciudades-estado arameas Aram-Zobah y Aram-Damasco en estados vasallos. David es sucedido por su hijo Salomón, quien obtiene el trono de manos del rival Adonías, su hermano mayor.
Él es representado como un rey justo, aunque no sin culpa, así como un guerrero aclamado músico y poeta, tradicionalmente se le atribuye para la composición de muchos de los salmos que figuran en el Libro de los Salmos.