- «Estas inscripciones de aquí abajo... Hablan de Siwa. La cámara... Y el cetro que sostiene Alejandro. Amón de pie en un bosque... Donde una esfera con dibujos se une a su cetro. De hombre a rey, de rey a dios.»
- ―Bayek al llegar a la tumba de Alejandro Magno, 47 a. e. c.
El Cetro del Edén de Alejandro Magno, también conocido como Fragmento del Edén 34, es un artefacto creado por la Primera Civilización para controlar y dominar a los humanos, su mano de obra. Asimismo, el Cetro encarnaba soberanía y poder[1].
Portadores a lo largo de la historia[]
- Primera Civilización (¿? - ¿?)
- Proto-Templarios (¿? - ¿?)
- Alejandro Magno (¿? - 323 a. e. c.)[2][3]
- Flavio (47 a. e. c.)[3]
- Cleopatra VII (47 a. e. c.)[3]
- Orden de los Antiguos (47 a. e. c. - ¿?)
- Flavio (47 a. e. c.)[3]
- Lucius Septimius (47 a. e. c. - ¿?)[3]
Historia[]
Era Isu / Prehistoria[]
Creado en algún momento de la Era Isu, el Cetro del Edén era usado principalmente para mantener a los humanos, esclavos de la Primera Civilización, bajo control. Sin embargo, luego de la Catástrofe de Toba los precursores resultaron inmensamente mermados en cantidad y poco a poco su especie fue desapareciendo, y con ello los Fragmentos del Edén quedaron abandonados alrededor del mundo.
Siglo IV a. e. c.[]
De algún modo el Cetro terminó en poder de los proto-Templarios, que decidieron entregárselo al conquistador Alejandro Magno junto con el Tridente del Edén. Ambos artefactos serían vitales para su éxito militar y político puesto que mientras que el Tridente le servía para salir victorioso en las batallas, el Cetro le ayudaba a gobernar[4].
La babilónica Iltani vio con malos ojos la creciente campaña de Alejandro, creyendo que su ambición representaba un peligro. Decidida a poner fin a la amenaza, le siguió hasta el castillo de Herat pero como había demasiados guardias desistió. Repensando su plan, resolvió que usaría un veneno cuya fórmula fue elaborada por un alquimista.
Finalmente, Iltani logró envenenar a su objetivo tras infiltrarse en el palacio de Nabucodonosor II. Como era de acción lenta, Alejandro padeció durante varios días hasta su muerte en 323 a. e. c.
Con la muerte de Alejandro, el imperio se desmoronó. Sus generales decidieron desmontar el Tridente en tres partes mientras que el Cetro permaneció con ellos. De hecho, el cuerpo de Alejandro fue sepultado en Alejandría, ciudad que había fundado tras conquistar Egipto y que se convirtió en la capital del reino fundado por su general Ptolomeo gracias a una de las puntas del Tridente[4].
Siglo I a. e. c.[]
La tumba del conquistador[]
Año 48 a. e. c. Cleopatra logró concretar la alianza que le permitiría retomar el trono de Egipto tras reunirse con Julio César en persona. Para impresionar aún más al romano, la reina exiliada pidió a Aya, guerrera de su confianza, hallar un modo de entrar a la tumba de Alejandro Magno.
Luego de atravesar un muro dañado y recorrer las cloacas encontraron el sarcófago del mítico conquistador. En la base que sostenía el cuerpo Bayek leyó símbolos que hablaban sobre la cámara de Siwa y "una esfera con dibujos" que unida al cetro de Alejandro convirtió a un hombre en rey y a un rey en dios. Tras ello preguntó a su esposa por el orbe que le encargó tiempo atrás, la mujer respondió que se lo había entregado a Apolodoro, consejero de Cleopatra. Luego de explorar el lugar, dejaron entrar a la reina y César.
Impactado por hallarse frente a su ídolo, Julio César se lamentó por no estar a su nivel pero Cleopatra le consoló prometiendo que juntos formarían un imperio más grande que el suyo. Mientras tanto Apolodoro miraba extrañado las marcas del cetro. Ante la vista de Bayek y Aya, Flavio entró para informar que sus emisarios habían sido tomado prisioneros por las tropas de Ptolomeo XIII, y fue invitado por César para observar la tumba del mítico conquistador[5].
La Orden de los Antiguos[]
En 47 a. e. c., tras la muerte de Ptolomeo, Cleopatra y César consolidaron su poder sobre la región olvidando su deuda con Bayek y Aya y más bien aliándose con la Orden de los Antiguos. Decepcionados, ambos analizaron la situación y recordaron que Flavio y Septimius habían mostrado mucho interés en el cetro de Alejandro; de hecho Septimius lo había tomado hacía poco.
Cuando llegaron a la tumba encontraron a un moribundo Apolodoro rodeado de soldados. Tras librarse de ellos, les contó que le habían arrebatado el orbe para luego partir a Siwa. Advirtiendo que su pueblo se hallaba en peligro, exhaló su último aliento.
Al llegar a Siwa, encontraron un desastre. En la cámara Bayek encontró el cuerpo sin vida de su amigo Hepzefa y lo llevó en sus brazos para darle un mejor lugar. En el camino Rabiah, que estaba socorriendo a los heridos, explicó lo sucedido: los romanos habían irrumpido en el lugar. Flavio y Septimius lograron entrar a la cámara gracias al orbe y el cetro, y Hepzefa murió intentando detenerles[5].
Decididos a detener a los tiranos y todo aquel que oprimiese la libertad del pueblo, Bayek y Aya crearon a los Ocultos, que con el tiempo daría origen a la Hermandad de los Asesinos. El 15 de marzo de 44 a. e. c., Aya se enfrentó a Septimius en el teatro de Pompeyo de Roma al mismo tiempo que César encaraba al Senado para convertirse en el líder absoluto de la república.
A pesar de la fuerza y artilugios del gabiniano, Aya derrotó al Chacal. Antes de acabar con él le preguntó por el cetro, a lo que Septimius respondió que lo había entregado a otros miembros de la Orden[5].
Apariciones[]
- Assassin's Creed II (primera referencia, glifos)
- Assassin's Creed: Chronicles - India (mencionado)
- Assassin's Creed: Last Descendants, la trilogía
- Assassin's Creed: Last Descendants (mencionado)
- Assassin's Creed: Origins, el videojuego (primera aparición física)